¡qué Te pensás!

Sin título
Collage. 2013

Pero

Viene paladeando el número que acaba de ganar. Lo dice en voz alta, le gusta, lo traduce a dólares. Hace un golpe de batería imaginario sobre el volante. Piensa un destino para ese dinero flamante, muy bien, le satisface, ¿y qué más? Pierde el hilo de calentura. Empieza de nuevo, se estimula con la idea de la cantidad que le privó a Soler y cuánto le hizo perder a Arola. Les recuerda los dientes apretados, la tensión en el saludo. Supone que igual lo admiran, que lo envidian, que lo van a tener en la cabeza todo el día.
En el asiento del acompañante lleva un regalo para la mujer. No está seguro si es un par de zapatos o una cartera o algo por el estilo. Mandó a su secretaria a comprarlo. Lo único que sabe es el precio. Caro.
Rojo. Muerde la senda peatonal. Una chica se dispone a cruzar. Él juega a que el emblema de la marca del vehículo es una mira telescópica. Buenas piernas, apunta y hace que el motor escupa un rugido acelerado. Aunque el auto no se mueve, la sobresalta. Baja la ventanilla polarizada para que se escuchen la carcajada estridente y el chorro de música que salen de la cápsula de aire acondicionado. Ella lo mira. Suficiente. No le importa si en los ojos hay humillación, reproche, odio o puteada, le da lo mismo, es más, ya la olvidó. En el medio se encontró con su propia expresión en el espejo retrovisor: gesto altanero y divertido, sonrisa ladeada. Perfecto. Sería una foto bárbara, lamenta no habérsela sacado. De pronto hace que las llantas griten contra el pavimento y emanen un olor a quemado que le hace pensar en pólvora. Verde.
Ahora quiere nadar, estar sumergido de pies a cabeza. Va a llegar a la casa, va a contarle a la esposa el éxito laboral y le va a dar el paquete para que se distraiga y no pregunte. Va a sacarse la ropa que dejará tirada en el suelo. Va a pasearse en cueros, que lo mire bien y que le quede claro: gracias a él tiene esa vida, él es la máquina, él sostiene el lujo, él lleva la plata, él manda. Pero…