¡qué Te pensás!

Maldito anagrama

Picor, escozor, prurito, comezón, urticaria. Te pica y no podés pensar en otra cosa. Si fuera una roncha de mosquito veraniego, le hincarías la uña en cruz, dicen que con eso se pasa, pero lo tuyo es diferente, tu cuerpo completo se transformó en una colonia amorfa de ronchas sublevadas, afiebradas, informes, quemantes. Tendrías que crucificarte por completo: INRI. No contagia, todos los saben, pero te miran con desconfianza. Das asco y sentís vergüenza. Te ponés pantalón largo y camisa con mangas para no mostrar las marcas. No se ve nada; la picazón, entonces, se vuelve omnipresente. Es una ironía perversa que alergia y alegría sean anagramas. Corriste a guardias y especialistas. Te prohibieron el perfume, el pescado, los alimentos coloridos, coloreados, los lácteos, las frutas secas, la ropa ajustada, los baños calientes. Te dieron inyecciones, pastillas, ungüentos. Tus venas están saturadas de corticoides y antihistamínicos. Tenés sueño, estás irritable y de todos modos no llegó el alivio. No te toques, te dicen. Hacés lo posible por obedecer pero tu piel vibra, brama, clama por que le sacudas ese cosquilleo nefasto. Tus instintos sólo funcionan en el mecanismo prohibido del pica-rasca. Salís de bañarte y a escondidas te das fuerte con la toalla, te gustaría que fuera una lija, la dejás caer, te mirás con bronca en el espejo y te atacás con las garras. ¡Perro sarnoso! También te desgarrarías a dentelladas. Es peor, ¿ves?, ahora pica más y encima duele. Sentís remordimiento, te llamás al orden, te cortás las uñas al ras con alicate de varón. Te pasás las manos por las piernas, por los brazos, por la panza: tus dedos no sirven ya. Sos Onán con las manos atadas.

Sin título
Trama digital
2014