Primer grado
Huevo blanco. Flecha. Pompón amarillo que asoma de un cascarón roto. Flecha. Pollito comiendo unas motas de tiza naranja. Flecha. Mutante mitad pollo, mitad gallina: tiene pinta de idiota, será por el pico redondeado, la falta de rabadilla o la cresta insignificante. Flecha. Gallina con corona estridente y, bajo el pico, un buche que los varones de inmediato asocian con el escroto. Los sensibles a los detalles captaron que entre las patas y el plumaje de la cola está saliendo otro huevo blanco. Doble flecha, una va del huevo saliente al punto de partida, la otra señala una gallina patas para arriba que tiene cruces donde le tocarían los ojos y del pico abierto le sale un trazo rojo en el que pueden adivinar la lengua afuera.
La maestra mira su obra pizarronesca mientras se palmea insistentemente las manos secas. Finge que se sacude los restos de polvo, aunque en realidad se está aplaudiendo a ver si contagia a los alumnos, pero no hay caso, hoy se quedará sin ovaciones.
Están perplejos y las conjeturas con las que conectan los gráficos son variadas y secretas. Algo que no pueden precisar los avergüenza. El mutante es monstruoso, tienen suerte de no ser pollos. ¿Habrá animales adentro de todos los huevos de la heladera? ¿Yema y clara son bichos diluidos? ¿De dónde salen? ¿Será que las gallinas los cagan y de tanta fuerza se les da por morir? ¿Y los gallos qué pito tocan?
El título está escrito en una cursiva oblonga que todavía les resulta indescifrable. Excepto a Sabina, claro, que trae todo aprendido de la casa. La pregunta por el qué dice ahí, qué dice, qué dice, qué dice, que dice la acosa en un eco murmurante y la respuesta, “El ciclo de la vida”, se propaga en teléfono descompuesto hasta llegar a la otra punta del aula convertida en “El chico de la envidia”.