¡qué Te pensás!

Primer grado
Luces.
Fotografía. Toma directa. 2013

Vieja

El carril de bicicletas marcha en dos direcciones. Hay algo salvaje y poderoso cuando toca pedalear en contramano a la marea de automóviles. Semáforo en rojo. Los veo frenar, también tendría que respetar el color, pero no viene nadie por la transversal, así que me mando despacio. Eso sí, planto ambos pies en el suelo antes de llegar a la senda peatonal y de cerca veo cruzar al pequeño pelotón que recién se amuchaba en la esquina.
Me echaría un trago de agua; eso estoy pensando cuando percibo que una vieja putea. Tardo en darme cuenta de que el insulto es todo para mí. Le hago un gesto con la mano, casi una reverencia: pase señora. Se vuelve loca. Claro que voy a pasar, imbécil, me toca a mí, ¿no ve?, cacarea. Levanta el brazo para señalarme la luz roja que le da la razón. ¡Pavota! Grita y acierta una ofensa, con esa palabra me humillaban de chica. Se envalentona, camina de costado haciendo aspaviento, tanto que olvida el cordón que protege la ciclovía, tropieza y cae.
Los zapatos le quedaron en la calle, dados vuelta, tan lejos que obligan a imaginar un porrazo de dibujos animados. Los levanto y se los pongo con asco. Le pregunto si está bien, no me contesta, tiene sangre en la cara. Sin levantarse, me pide su cartera, se la alcanzo de inmediato. Alguien llama a emergencias. Pronto llegan dos patrulleros a plena luz y sirena. La mujer dice que crucé en rojo. Los policías anotan. Me piden mis datos y doy mi versión, me creen, recomiendan que levante la bicicleta que dejé tirada, para que la escena se vea mejor. A la tipa la llaman abuela. ¿Está bien, abuela, se puede mover, abuela, se acuerda su domicilio, abuela, tiene a quién llamar, abuela?
Mientras esperamos la ambulancia, la vieja saca un pañuelo y con la cartera tapa la maniobra que va a realizar. Con disimulo junta del asfalto esas escamas grisáceas en las que identifico los dientes, ya sin raíz, que perdió al caerse.