¡qué Te pensás!

Redes

Nos despertamos e inmediatamente leemos en algún lado que se avecina una tormenta. No hace falta descorrer las cortinas, ni mirar el cielo, ni percibirnos el pelo opaco y la piel brillosa.
A empezó con un monólogo al salir de casa. Es un café concert ambulante. Se le dio por un discurso sobre un mono que no ve, no habla y no oye. Al principio dejaba pausas para ovaciones y carcajadas imaginarias, pero ahora, hombre orquesta, interpreta todos los roles, se saca fotos y se encandila con sus propios flashes, se ríe de sus ocurrencias, hace golpes de platillo para rematar los chistes, se aplaude y, si acaso él mismo se chifla o desaprueba, se pone nervioso y no logra disimular el tartamudeo. B no tiene mucho. Hace coincidir lo que dice con sus acciones. Sus verbos van en gerundio y sus referentes son de corto alcance: habla de lo que lo circunda. Saliendo, mirando el reloj, esperando el semáforo, subiendo al colectivo, viajando, yendo, llegando. No se priva de escribir gorjeos por el camino: pio, pio.
C critica, trenza los mensajes de los otros, busca revuelo, crea confusión. Hinca alguna palabra en carne blanda, las otras van al suelo y se extinguen. Tengo razón, se dice al espejo, y sale a predicar. Le señala a los transeúntes que no hay lengua común, que están equivocados, que comen mal, pretende desmantelar la mentira en la que están inmersos, denuncia la falsedad de sus relaciones. Se sirve de todas las biblias con tal de que le crean. Se vuelve iconoclasta de religiones dispares y hace collages majestuosos, en donde Dios, el azar y el dinero son amigos.
Parecemos una familia enardecida en la sobremesa. Hablamos todos al mismo tiempo, cada uno de sus cosas. Será la humedad o el crepitar de la lluvia en los techos lo que me empasta, de las voces sólo oigo ondulaciones mullidas que me producen mareos y me hacen cerrar los ojos. Me meto hisopos hasta lo prohibido para limpiarme las orejas, pero ya no logro contrarrestar la sordera.

Simuladores
Tinta sobre papel. 2014