¡qué Te pensás!

Piedras

Que te vas a llevar el mundo por delante, jurás. Fantaseás discursos, podios y estar codo a codo con esos popes. Vislumbrás el esfuerzo que harían algunos enemigos para disimular la envidia ante tu presencia, suspirás, esa promesa de venganza sutil te engolosina. Te reís de Sísifo y de su cuesta arriba, mientras avanzás imparable por el paisaje chato. Te concentrás tanto en la meta que a cada rato se te enredan los pies, los metés en un pozo, en un charco, te los torcés, trastabillás y seguís camino fingiendo que no duele. Abrazás una idea pálida y de tanto alimentarla se te transforma en certeza. Tus palabras empiezan a sonar a religión, a libro de marketing o de auto-ayuda.
Llevás una piedra en cada mano para cuando llegue el momento de arrojarlas lejos, de dar en el blanco, de voltear estanterías. La mímica de los deportistas olímpicos te sale exacta. Aprendiste a balancear las piernas y a girar el torso, pero nunca lanzaste la carga. Hacés el movimiento con violencia y sos tu propio contrincante: te imponés la fuerza opuesta para no abrir las manos. Te da miedo desperdiciar los tiros. Querrías pensar y rascarte pero no te queda más remedio que frotarte las piedras por la cabeza. Y así vas, manco y medio rengo y de pronto te das cuenta de que estás harto.
El horizonte es plano, una línea de muerte. Ahí no hay nada nuevo. Le pedís una señal al destino y te da igual si un grillo se frota las patas o vuela un pájaro, lo vas a tomar como buen augurio. Respirás hondo, ponés el cuerpo en pose, tomás impulso hacia atrás y, no entendés cómo, la piedra se te suelta antes de tirarla. Mirás para todos lados, no, nadie te vio, a nadie le importa. La piedra queda clavada en el suelo y por primera vez notás que tu brazo era liviano. Dejás caer la otra y ya no sabés para dónde te toca marchar.

Sin título
Dibujo digital. 2015