¡qué Te pensás!

Sin título
De la serie Puntos Cardinales.
Tinta sobre papel. 2014

Ahora

Es su nombre y su apellido. En realidad el apellido del padre, claro, aunque está acostumbrada a que la llamen así: es la aclaración de su firma, un simulacro de identidad al que responde sin duda ni sorpresa. Pero hoy es distinto, acaba de asomarse alguien que lo gritó y logró sobresaltarla. Siente un vuelco en el estómago, una puntada o un mareo. Repiten al aire esas dos palabras que significan ella y que de pronto suenan a reto, a fastidio. Yo, yo, contesta doble, una vez para los otros, otra vez para sí misma. La descoloca que haya llegado el momento, que por fin le toque, que sea ahora o nunca. Levanta sus cosas con torpeza y avanza. Disimula el miedo, martilla los tacos, finge decisión. Se arroja con ímpetu y con una gracia forzada. Junta ánimo y ganas. Cuando llega al borde, ya es imposible detenerse, no hay forma de ahogar semejante envión.
El único mundo que existe son las baldosas que pisa. En cada ínfimo tramo el presente se concentra y desdibuja los distintos pasados que ella acaso vivió. Si es que hay un futuro, tiene forma de resultados, de examen, de veredicto. Nada la distrae, no va a recordar la infancia, cuando el desequilibrio era un juego de plaza. En este estómago que se le contrae a pesar suyo está la que fue a los cinco o seis años. El primo la levantaba con hamaca y todo. La llevaba para atrás, bien alta. Ella respiraba hondo, sabía que iba a sentir un vacío cuando la soltara. No la salvaba preverlo, igual se le hacía un nudo que la obligaba a cerrar los ojos y a poner cara de comer limón. Él no veía la expresión y seguía empujando a lo loco. Se hacía el forzudo, hasta le prometía que daría la vuelta completa. Si hablaba, las palabras se le cortaban en la caída. Entonces se quedaba muda, como hoy, con tal de no mostrar el vértigo.